¿Cuántas
veces hemos pensado desde pequeños que las notas eran el resultado de nuestro
aprendizaje y cuanta más nota sacábamos mas aprendíamos? o eso nos hacían creer…
Sin embargo ahora si miramos hacia atrás, no recordamos muchos de los
contenidos que supuestamente habíamos aprendido. ¿Dónde se ha ido ese
aprendizaje? Todo esto nos ha llevado a cuestionarnos si verdaderamente se puede
medir.
Respecto al artículo de Fernando García Gutiérrez, estamos
de acuerdo con él en que evaluación continua y exámenes no concuerda ya que hay
que centrarse en la evolución del alumno
y no quedarnos solo con una nota numérica que si lo pensamos bien, es
puramente subjetiva.
Estamos acostumbrados a medir la memoria del alumno, ya que
el examen solo consiste en vomitar contenidos, sin tener en cuenta el verdadero
aprendizaje del alumno.
Esto quedó comprobado al realizar nosotros mismos un examen en el que todas sus preguntas a responder las habíamos dado meses antes, y nadie fue capaz de aprobar aquello, entonces ¿todo lo que nos supuestamente aprendimos no nos ha servido para nada? Tantos días trabajando en ello para que al poco tiempo desaparezca.
Usualmente los docentes están sometidos a la presión de tener que calificar numéricamente a sus alumnos, esto ocurre a que en la mayoría de instituciones de educación se califica sin evaluar, es decir, sin juzgar y valorar la efectividad del proceso enseñanza-aprendizaje para mejorarlo continuamente.
A menudo los docentes están seguros de que el aprendizaje se puede medir, entonces ¿por qué en la corrección de un examen los resultados pueden ser distintos según el profesor? ¿no se supone que es una manera objetiva de evaluar? Con lo cual nosotros pensamos que no hay ninguna manera que sea totalmente objetiva y justa.
Con
esto podemos descartar muchos de los tópicos relacionados con las notas,
concretamente “Las notas hacen justicia” ya que hay elementos que no pueden ser
medibles y que afectarían.
Como
comenta Paco Espada, sin calificaciones nadie aprenderá en la escuela, pero la
calificación, al mostrar el poder sancionador que el sistema tiene sobre los
individuos, entorpece enormemente la enseñanza y el aprendizaje.
Que difícil
resulta motivar a un alumno haciéndole saber que no se le calificará. Estamos
acostumbrados a motivar o a castigar a nuestros alumnos por medio de las notas,
sin embargo como futuros docentes creemos que la mejor forma de hacerlo es que
sientan la necesidad de aprender los contenidos que les proporcionamos. Tenemos
que tener en cuenta que el premio no es una nota, sino todo lo que vamos a
aprender, es decir, convertir el trabajo en el premio y no la calificación.
Si se
pude medir el aprendizaje, no es educativo, por lo que calificar no es educar.
Como
conclusión, pensamos que lo principal para incentivar a nuestros alumnos es
cambiar la obligación por motivación, un niño con deseo de aprender es la
herramienta más fuerte para cambiar el mundo y como futuro docentes debemos
evaluar porque es observar la evolución del alumno en el proceso de aprendizaje
y nunca calificar.
Como
bien decía el filosofo Wittgenstein, la preocupación por la evaluación debe ser
como la escalera que se abandona una vez alcanzado el lugar al que se pretende
subir.